Un día despejado, un hombre iba bien vestido paseando por un parque con su perro. A su izquierda se encontraba un letrero en el cual se leía que delante estaba una biblioteca.
Siguieron adelante adonde se hallaba la biblioteca. Sin embargo, al llegar el guardia los detuvo diciendo no se podía entrar con mascotas. Por eso, el hombre no tuvo otro remedio que sujetar el perro a la puerta. Él entró solo en la biblioteca mientras el perro lo esperaba a la puerta.
Quedaron el guardia y el perro sin mirarse. Como el perro era tranquilo y paciente, el guardia lo consideró un perro obediente. Tras mucho tiempo el hombre salió con un libro en la mano. Saludó al guardia y se fue con el perro.
Ellos se sentaron en el banco hallado cerca de la biblioteca. Todo parecía normal. Pero lo que sucedió después sorpredió mucho al guardia. El hombre dejó el libro al lado y se quedó dormido con la gorra cubierta en la cara. El perro abrió el libro y lo leyó con mucha atención.
Qué estudioso era el perro!
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